Busco un dialogo que me permita trascender al abrazo y como
dialogo generar un intercambio para repensarlo. Pero no pensarlo al bailarlo,
hacerlo a posteriori, cuando ya no es acto porque al bailar se siente y se
sucumbe, es como hipnosis, en la hipnosis no se piensa. Busco un dialogo frente
al hoy, que no es dialogo, que es unidad y en la unidad no existe el otro. El
dialogo necesita del otro, es intercambio y es diferencia.
No busco solo un abrazo, un rol o una hegemonía, tampoco los
instantes que se paralizan. Busco más, un dialogo libre en movimiento, un entre.
Se pierde el dialogo cuando construimos en función de roles
conductor/conducido, más si se piensa en director/dirigido. Este último
interesa por lo que desvela, en su significado está la asimilación del otro y todo
proceso de asimilación es la pérdida del otro. En cambio, el dialogo propone
romper con la dicotomía, reconoce que hay conductor y conducido pero no como
roles ni juego de roles sino desde su ruptura, desde el entre.
El dialogo no es pautado, es movimiento y por eso
trasciende. Esto nos permite deconstruir el rol y el baile. En un dialogo no
sólo se respeta al otro en tanto otro, también se abandona la unidad por la
unión, en la unión se necesitan al menos dos.
El otro ahora percibe y transmite, no es solo ocupar los espacios que
creamos, es la posibilidad de apropiarlos, generarlos y convertirlos. Es
proponer trascendiendo al rol.
Un diálogo con el otro, es más que un abrazo porque permite
sentir desde las diferencias.